jueves, 28 de agosto de 2014

Sobre los nuevos medios de comunicación.




¿El por qué de este tema? ¿El por qué de un espacio dedicado a ello? Actualmente, quizás, pueda considerarse como una cuestión bastante desfasada, y es que estamos tan habituados al uso de este tipo de  aplicaciones en nuestros teléfonos móviles que hemos dejado en el olvido otros métodos de comunicación que, de alguna manera, han marcado parte de nuestra vida para los miembros de unas cuantas generaciones, en ella me incluyo.

También, consideramos un tema de antaño el principio del Whatsapp, su rápida difusión y la revolución que causó en su día: algo novedoso y sencillo que permitía comunicarnos con nuestros contactos en todo momento y de manera instantánea, además, gratuitamente. Al parecer, todo eran ventajas, ¿sería esto cierto? Quizás nos faltaba tiempo para comprobarlo.


El título de esta entrada, perfectamente se podría extrapolar a cualquiera de los antes referidos, esos que utilizábamos con bastante frecuencia como el famoso “Messenger” o incluso, aquellos que utilizamos hoy en día que, de algún modo, sigue siendo la opción preferida por otro colectivo de personas. Variopintas redes y métodos de comunicación envuelven nuestra vida, una obviedad ante los ojos de todos.

Como antes he mencionado, al parecer todo eran ventajas y subrayo “al parecer”, puesto que todos hemos sido,seguramente, víctimas de los “malos entendidos” que ha generado esta novedosa e inédita forma de comunicación.

¿Quién no ha tenido una discusión de pareja/amigo/conocido por esta vía? ¿Quién no ha dicho alguna vez “me has entendido mal” o “no me he explicado bien” en alguna conversación? ¿Quién no se ha arrepentido de pulsar la tecla “enviar” con alguna que otra palabra o frase que, segundos más tarde, se arrepentiría de haber escrito? ¿Quién no ha dicho alguna vez “las cosas se malinterpretan por Whatsapp”? ¿Quién no ha notado nunca una importante falta de contextualización? Pero la pregunta más importante: ¿Por qué ocurre esto?

Es importante saber que hemos llegado a un punto en el que hemos perdido el valor de una mirada, de un gesto o caricia, de un beso o abrazo, de un simple detalle que haga ese momento o esa conversación especial, pasando a quedarse en el “cajón de las otras” o simplemente, restándole la importancia que debiera tener.

Es precisamente toda esa falta de información la que nos pone en bandeja ese detonante de un mal momento cuando nos comunicamos por estos tipos de vías. Las conversaciones no sólo se limitan,o deberían limitarse, a emitir sonidos o palabras, a establecer un feedback y una cierta comunicación entre hablantes; las conversaciones son algo mucho más complejo y que, habitualmente, preferimos hacer simple.

En una conversación cara a cara  recibimos una gran cantidad de estímulos y de información por parte del contexto y de la persona con la que nos comunicamos. Gestos, sonrisas, miradas, inflexiones en la voz, silencios…son algunos ejemplos de esta información adicional e importante. La proxémica y kinestesia son dos elementos fundamentales entre hablantes, algo que no se puede dar en conversaciones a través de pantallas.

La multitud de información que podemos percibir en un contexto real, hace solventar esas dudas que propician una discusión o malentendido. Por consiguiente, de nuestra mente podríamos descartar pensamientos e intenciones que estarían presentes ante la misma situación y en un contexto virtual. Precisamente ese descarte, hace posible un gesto que acompañe la conversación, un abrazo o un gesto cariñoso que diga “entiendo lo que tu mirada quiere decir”. Eso, es realmente la esencia de la buena comunicación.

Da mucha pena llegar a escuchar cómo algunas parejas han podido romper o crear una brecha en su relación por un motivo como este. Es triste pensar que una amistad pueda acabar así. Es muy doloroso, a la par que real.

En determinados momentos, deberíamos ser más conscientes de la importancia que tienen algunas conversaciones y momentos, de cómo podríamos hacerlas mejores y vivir la esencia de ese momento, de cómo podríamos hacer sentir a la otra persona y sobre todo, de cómo no acabar una conversación ante una situación complicada.

Todo ello parece una utopía hoy en día. Nuestra vida está demasiado saturada como para poner en práctica o pararse a pensar sobre ello. En cualquier caso, invito a la reflexión a todo el mundo que lea estas palabras y/o comparta o no dicha perspectiva.
No perdamos el valor de las miradas, no quitemos valor a un preciado momento, puesto que a veces pueden no recuperarse…

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